No suspiréis más, señoras, no suspiréis.
Los hombres siempre fueron embusteros;
Un pie en el mar, otro en la orilla;
Jamás constantes en nada.
No suspiréis, pues, de ese modo,
Sino dejadlos ir
Y sed alegres y despreocupadas,
Convirtiendo todos vuestros lamentos
En algarabía.
No cantéis más canciones,
No cantéis más canciones,
No cantéis más sobre vuestras tristezas y pesares.
La mentira del hombre siempre fue la misma
Desde que son frondosos los veranos.
No suspiréis, así por tanto,
Y dejadlos marchar
Y sed alegres y despreocupadas,
Convirtiendo todos vuestros lamentos
En algarabía.
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